Como muñeca rota que hay que recomponer, empezando por los bellos y bonitos pies; subiendo por las piernas hermosas, y llegando a las caderas de rebosante y gustoso sabor a miel; recomponiendo el tronco con robustos brazos y fuertes manos jugosas; con cuello fortalecido y poco flexible por no mirar para otro lado, y así terminamos con la cabeza, aquella que no nos dejamos no sea que nos vayamos a caer.
Así te sientes cuando no hay consuelo para tanto corazón amargo y factidiado por aquello que dicen que la culpa la tienes tu no los demás, pues ya sabes que ellos están para incordiar.
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