lunes, 12 de noviembre de 2012

AULLIDOS A LO LEJOS DE PLACER

Me desperté de pronto con el ruido del aullido del lobo a lo lejos, ahora entendía el porqué de esa noche tan de día, con esa luna redonda y fecunda, a punto de estallar en mil pedazos.
Pero no tuve miedo, pues me encontraba entre las sábanas, todavía húmedas de una noche inolvidable, y me rodeaban unos brazos músculosos y tonificados.
Mi compañero se movió, y susurró algo entre sueños.
Yo recordaba como extasiada, la caída de mis párpados que se cerraban, por el roce de unas manos, que al contacto de mi piel se me erizaban todos los vellos de mi cuerpo.
Como su boca, de ambrosía lengua excitada, me recorría los lóbulos de mi oreja.
Ya mi cuerpo empezó a excitarse y colvulsionarse como fuelle de vaivén.
Poniéndome alerta pues, mi cuerpo ya se iba todo inundando de placer.
Sentía encresparse  todos los vellos de mi piel, y esa sensación que te va llevando como quien no quiere, a la más intima humedad de tu sexo, que se va enloqueciendo y abriéndose en mil pedazos de gotas transparentes y rocío húmedo de la mañana.
Seguía escuchando, a lo lejos, el aullido del lobo, que se confundía con los gemidos de placer.
Pero de pronto llegó el clímax, más esperado, y chorreando de puro placer caí en el más profundo éxtasis y culminación de lo más hondo de mi ser.
Con lágrimas, que sin querer se escapaban de mis ojos, de llanto, sin quejido por perder el sentido.
Bendito y puro placer.
Una noche más para recordar: como la luna llena te transporta a los placeres de los humanos más terrenales.

En el silencio de la noche, volví a escuchar desgañitado el lobo con su aullido.

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